La canción de nuestros días: un estremecimiento teatral


La canción de nuestros días de Jorge Ávalos es un nuevo estremecimiento, cuyo epicentro radica en la memoria histórica de El Salvador”.

Claudia Hernández


Este día comenzó con el estremecimiento de la tierra y con una lluvia. No pude dormir tras el temblor de cuatro grados; después de eso, mi mente trabajó en recordar la vulnerabilidad de este país: pensé en las grietas del volcán, en las colonias cercanas a “Las Colinas” que se derrumbaron en el sismo del 2001, en las casas de bajareque… en fin, llegué al trabajo con cara de desvelo.

A la salida de la jornada manejé como loca hacia el centro de San Salvador para poder llegar a tiempo a ver una obra de teatro y, milagrosamente, llegué al parqueo frente a la Plaza Morazán. Tenía años de no entrar a la pequeña sala del Teatro Nacional. Me vinieron muchos recuerdos gratos. Además caí en la cuenta de que he dejado de consumir lo que más me gusta: espectáculos de danza y teatro (por compromisos de danza, vale decir).

Se apagó la luz y en escena aparecieron tres mujeres. La más pequeña parecía la más real de las tres (era la única vestida diferente y con zapatos). Las dos restantes tenían una mirada cautivante y me encantó la forma desenfadada de hablar. Ellas se sentaron a recordar “aquellos días” bajo un árbol de almendro. Y fue entonces que estas hermanas narraron la vida campesina en Morazán, al norte del país, quizá ubicándose a principios de la década de los ochenta del pasado siglo. Aquellas historias me atraparon, pues además de describir el amor, ¡con tanto amor!, y rememorar aquellas “pasaditas y picardías” con un sano humor, me despertó el interés por saber más de esta historia (detalles que no me corresponde contar y si quiere saber más vaya al teatro este viernes, sábado o domingo).

Las hermanas cantaron una canción, muy linda, que desconozco de dónde la sacó el autor. Es una melodía que me pareció un bello legado para la mujer de los zapatos.

Cuando estaba disfrutando de aquella interpretación, sumada a una puesta en escena muy creativa en detalles de luz y movimiento (de las actrices y de los elementos escénicos), la atmósfera escénica cambió. Cuando eso pasó, pensé que me tocaría vivir un nuevo estremecimiento, cuyo epicentro radica en la memoria histórica de mi país.

Así fue. Me estremeció cómo aquellas mujeres terminaron su historia. Brindaron un relato propio y a la vez común para muchos campesinos y campesinas sobre su contacto con la guerra salvadoreña (1980-1992). Entonces entendí porque sólo una de estas hermanas parecía real, dos de ellas llegaron —doce años después— al árbol de almendro, que alguna vez fue cómplice de amores, desafiando a la muerte… salvando su memoria y la de sus seres queridos.

Creo que la obra duró una hora, pero yo no la sentí. Pensé que había sido breve, pero aún así no digerí al cien por ciento de su contenido pues fue intensa y como dicen, lo poco es más. Mucho más.

Salí del teatro con la misma sensación que tuve hace un par de meses, cuando asistí a la capilla de la UCA a presenciar los relatos de sobrevivientes de masacres, torturas y ejecuciones extrajudiciales. En esa ocasión me impactó escuchar las memorias de hombres y mujeres que vieron morir a sus familias cuando apenas tenían 12 años de edad. Estas personas, los sobrevivientes de estos hechos, lloraron y me hicieron llorar, pero al final los vi crecer y personalmente me permitió comprender por qué la verdad y la justicia son valores a los que jamás se debe renunciar.

Quizá por eso la obra fue el segundo movimiento telúrico de este día. Totalmente recomendable, La canción de nuestros días.

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Y bueno, cuando salí del teatro vi esa plaza Morazán tan linda y hacía un calor agradable. Me pareció el perfecto escenario para fingir y eso hice. Fingí que la ciudad es segura y me puse a caminar por ahí y por allá. Pero no me duró mucho, en mi cartera andaba mi cámara de fotos de reciente adquisición y me acordé que por ahora 14 personas mueren diariamente a causa de la delincuencia. Di la vuelta y me fui. Mi breve interpretación sobre cómo pajarear en el centro de San Salvador se terminó.


La canción de nuestros días es una obra de teatro escrita por Jorge Ávalos y dirigida por Fernando Umaña. Fue interpretada por las actrices: Marlen Argueta, Jennifer Vásquez y Gabriela Avilés. Se presentó en el Teatro Nacional del 27 al 31 de marzo de 2009.


Hernández, Claudia. “La canción de nuestros días: un estremecimiento teatral”, Xibalbá, San Salvador, jueves 28 de mayo de 2009.