Un hilo de oro

Jorge Ávalos


Seda por Alessandro Baricco.
Rizzoli, Milán, 1996.
Norma, Madrid, 1997.


Seda es una novela épica y breve, sencilla y mágica, cuya característica principal radica en haber sido construida alrededor de una sola oración. En el capitulo 33, Hervé Joncour, el protagonista de la novela, se entrega a su destino, bajo un cielo poblado de pájaros multicolores, al descender a la aldea del rey Hara Kei en el Japón. «Él era un hilo de oro enhebrado a través del diseño y los patrones de una alfombra tejida por un loco», escribe Alessandro Baricco, el autor. Esta oración se manifiesta como una epifanía para el lector; un momento revelador que ilumina los primeros 32 capítulos anteriores y que iluminará los 32 capítulos posteriores. No nos sorprende saber que Baricco es un musicólogo.

Es el año 1861. Hervé Joncour compra y vende gusanos. Gusanos de seda. Joncour, un hombre impasible, inicia, a pesar suyo y como lo habrán hecho tantos otros en su tiempo, el comercio global de la seda. La epidemia de pebrina, que afectaría toda la producción de seda en Europa, obliga a Joncour a buscar huevos de seda más allá del mundo comercial de la Europa del siglo XIX. El más allá es Japón, en ese entonces impenetrable, cerrado al intercambio comercial, cerrado a la comprensión de los europeos. Joncour se gana la confianza del rey Hara Kei, y en su corte ve a una mujer «cuyos ojos no tenían el típico rasgo oriental, y cuyo rostro era el rostro de una niña». Joncour no la toca, no habla con ella, pero es cautivado por la visión de su enigmática belleza.

Baricco es un hábil creador. Con el uso de imágenes precisas, rechazando el claroscuro típico de la novela Europea, recurre a una límpida delineación de situaciones y a una transparencia narrativa que sugiere el arte pictórico japonés del siglo XIX. Pero el delicado artificio de Seda es ante todo de carácter musical, pleno de repeticiones y sesgos harmónicos. Los personajes se mueven como temas musicales a través de las texturas históricas y emocionales de sus vidas. Ninguno de los personajes, por cierto, representa tipos heroicos, con la excepción de Hara Kei, una figura clave pero menor. Antes del final de la novela, el autor le concede a Joncour una epifanía en la revelación de un secreto, en la traducción de una carta, en la concesión de un deseo:

él escuchaba, tenía la mirada fija en un marco de plata, colgado en la pared,
hasta que al final te bese en el corazón, porque te quiero, morderé la piel que late sobre tu corazón, porque te quiero, y con el corazón entre mis labios tú serás mío, de verdad, con mi boca en tu corazón tú serás mío, para siempre, y si no me crees abre los ojos señor amado mío y mírame, soy yo, quién podrá borrar jamás este instante que pasa, y este mi cuerpo sin más seda, tus manos que lo tocan, tus ojos que lo miran

dijo ella, se había inclinado hacia la lámpara, la luz daba contra los folios y pasaba a través de su vestido transparente,

Y a partir de esa lectura transfigurada por la luz del deseo, también el lector es enriquecido generosamente.

Alessandro Baricco nació en Turín en 1958. Su primera novela, Castelli di rabbia, ganó el premio Médicis en Francia y el premio Selezione Campiello en Italia. Su segunda novela, Océano-Mar, ganó los premios Viareggio y Pallazzo del Bosco en Italia. Seda, originalmente publicada en Italia bajo el título Seta en 1996, ha sido traducida a decenas de idiomas.


Ávalos, Jorge. “Un hilo de oro”, Búho, revista cultural de La Prensa Gráfica, junio 6 de 1999, San Salvador.