Calidad de periodismo y calidad de libertad

Sobre la supresión de un artículo de opinión de Paolo Luers en El Faro.

Jorge Ávalos

Los errores de la libertad de expresión sólo los puede corregir más y más libertad de expresión, porque más importante que la calidad del periodismo es la calidad de nuestra libertad para pensar y opinar; sin esta libertad, el periodismo no es nada.

Hace una semana todas las personas que nos preocupamos por la libertad de expresión y por el desarrollo del periodismo, descubrimos que un artículo de opinión publicado en El Faro fue removido con un pretexto que muy rara vez utiliza un medio de prensa públicamente: control de calidad. Este concepto, en efecto, debería ser invisible. Un mal artículo no debería ser publicado. Pero la semana pasada, una columna de Paolo Luers fue eliminada de forma definitiva de la edición digital después de haber sido publicada porque, según una nota editorial, se había escapado a los “filtros de calidad” de El Faro.

Esta acción podría motivar varias discusiones. La primera, sobre el artículo mismo de Luers: removerlo del periódico, ¿fue un acto editorial justificado o fue un acto de censura? La segunda pregunta es de carácter conceptual: ¿cuáles son los criterios de calidad de una columna de opinión? La tercera pregunta entra en el campo de la ética: si un artículo evade los filtros y criterios de calidad de un periódico y es publicado, ¿qué debe hacer un periódico? ¿Cuáles son las acciones constructivas que debe tomar para reparar el daño?

El 21 de mayo pasado, en su “Columna transversal”, Luers publicó un artículo de opinión titulado “Del PC y su madre KGB”. El tema: “El cuento sobre la incidencia del KGB en la guerra salvadoreña, publicado pomposamente por La Prensa Gráfica”, según Luers. Un reportaje que, añade él, vale la pena analizar porque “hizo el milagro de hacer feliz, al mismo tiempo, al PC y a ARENA”. No es mi interés principal discutir el tema de la columna, sino por qué El Faro habría considerado el texto de Luers de pobre calidad.

Para ser justos, hay que señalar primero que en ningún momento Luers cuestiona la veracidad del artículo que analiza: “Yo no pongo en duda los hechos reportados por La Prensa Gráfica. Bien pueden ser correctos. La mentira no está en los detalles, las fechas, los nombres, las cifras. Está en el contexto”. El propósito fundamental de Luers al escribir este artículo radica en criticar lo que él llama “el contexto”. Pero hay que notar que al utilizar esta palabra se refiere a dos cosas muy distintas entre sí.

El primer uso de “contexto” es el propósito inmediato de su crítica. El reportaje de La Prensa Gráfica, argumenta, se enfoca de forma tan limitada en el hallazgo de la relación entre el Partido Comunista (PC) y la agencia de inteligencia soviética (KGB), que da una imagen desproporcionada del papel del PC durante la guerra. Por lo tanto, Ricardo Valencia, el periodista que escribió la serie de reportajes para la revista Enfoques, ha cometido el error de descontextualizar el objeto de su investigación. Un resultado de esto, advierte Luers, es que el artículo se presta a la manipulación de la propaganda de izquierda para justificar la preponderancia actual del PC en el FMLN; asimismo, agrega, se presta a la manipulación de la propaganda de derecha para perpetuar la idea de que la guerra civil no tuvo raíces históricas sino que se debió a la injerencia internacional del imperio soviético.

Este es un debate interesante, sin duda, pero ¿cómo explica Luers que esto haya sucedido? El segundo uso de “contexto”, implícito, es que la ausencia de un marco histórico o político en el reportaje de La Prensa Gráfica sobre la relación entre el PC y la KGB tiene raíces estructurales y revela fallas metodológicas, pero, sobre todo, una carencia de capacidad personal: “Si uno no tiene la capacidad de complementar, contrarrestar, contextualizar la información cebo, es pecado tragársela. Es fatal. Es veneno. Es trampa”. Por consiguiente, la crítica de fondo de Luers se centra en esta noción de “información cebo”. ¿Qué implica este concepto cuando se aplica como crítica en este caso en particular? Que Ricardo Valencia y La Prensa Gráfica se han dejado manipular más allá de lo permisible por el PC, puesto que se les ofreció una carnada, y contra todo precepto ético, la han seguido hasta las últimas consecuencias sin cuestionar qué está detrás de ese interés por revelar esas fuentes. El argumento de fondo de Luers es que tanto Valencia como La Prensa Gráfica, mordieron un cebo, como ingenuos pececillos, y, por lo tanto, intereses políticos fantasmas han predominado sobre los intereses de información a la que tiene derecho la ciudadanía.

Sin lugar a dudas, Luers está tocando un punto válido, porque la información cebo relacionada a un tema espectacular ofrece una de las mayores tentaciones a los periodistas. Algunas fórmulas claves para definir la competitividad en el periodismo se definen con términos como “la primicia” (lo escribí y lo publiqué antes que nadie más), “la exclusiva” (sólo yo he tenido acceso a esta información) y “la bomba” (este reportaje revela lo que nunca se ha sabido y lo cambia todo). El reportaje de Ricardo Valencia para La Prensa Gráfica sobre una relación económica y militar entre el Partido Comunista y la KGB fue una primicia, una exclusiva y una bomba. Pero, ¿fue correcto hacerlo tal y como se hizo? Luers dice que no, pero el problema de su artículo es que para hacerlo comete un “pecado” mucho mayor que el de la ausencia de contexto histórico del cual acusa a La Prensa Gráfica. Luers presume que conoce la verdad sobre cómo se realizó la investigación. Toda su argumentación se basa en la premisa de que fue el PC, y sólo el PC, quien le permitió a Valencia ir a Cuba y entrevistar a ex miembros de la KGB.

“Está bien”, escribe Luers, “que un reportero reciba del PC salvadoreño la oportunidad de ir a Cuba y entrevistar a un general del KGB retirado (porque cuesta imaginarse a un periodista de La Prensa Gráfica llegando por cuenta propia a La Habana buscando a generales retirados del KGB); está bien que reciba del PC toda la información y las pistas para reconstruir la historia de las armas recuperadas por el Vietcong y después regalados a Schafik.”.

Aunque cueste imaginar que un periodista haya logrado, en La Habana, los contactos que Valencia obtuvo con ex generales de la KGB, creo que nadie tiene el derecho a cuestionar eso, ni siquiera cómo lo hizo, porque a fin de cuentas la información y la documentación necesarias para sustentar sus hallazgos están ahí, disponibles, en su reportaje. Eso es lo que cuenta. Como periodista, si yo me viese en la necesidad de entrevistar a ex generales de la KGB, yo hablaría primero con miembros del PC, porque sería el camino más fácil para hacerlo. Cualquier periodista habría hecho eso. Ahora bien, qué ocurrió primero, ¿el cebo o el impulso investigativo? Eso sólo lo puede decir Valencia y sus editores, pero no se puede armar un argumento suponiendo que sólo hay una conclusión posible. Sin embargo, Luers construye su tesis sobre el fracaso “juvenil” de Valencia y de los editores de La Prensa Gráfica sobre la presunción de que se dejaron llevar, ingenuamente, por el “periodismo de cebo”. Por muy válido que sea un argumento general contra la “información cebo”, en este caso específico, Luers está atacando a un periodista sobre la base de una especulación.

Como periodista, yo he realizado reportajes que me han llevado a descubrimientos sorprendentes. En un caso en particular, por un reportaje que escribí y que apareció publicado en El Diario de Hoy sobre el tráfico y la trata de menores de edad, la Fiscalía General de la República investigó a la División de Fronteras de la Policía Nacional Civil para tratar de averiguar quién me había proporcionado la información que me llevó a descubrir el caso. ¿Por qué hicieron esto? Por el mismo juego de razonamiento que ahora utiliza Luers: porque les costaba creer que un periodista, por su cuenta, hubiera descubierto la información y los documentos que yo descubrí. Esto a pesar de que toda la documentación que yo utilicé como referencia era de carácter legal y, por lo tanto, sólo podría haber provenido de dos fuentes: los tribunales y la Fiscalía. Tratar de desvirtuar el trabajo de un periodista suponiendo que sólo un cebo malintencionado podría justificar el logro de una investigación conlleva peligros más grandes que restarle contexto histórico a un reportaje. Por esta razón realmente no importa cuál fue el camino que utilizó Valencia para llegar a la KGB, en este caso en particular realmente no importa. Es mucho más importante recordar que tanto una investigación periodística como un artículo de opinión necesitan estar sólidamente sustentados. El reportaje de Valencia, a pesar de sus faltas, sí está sustentado. El de Luers, no.

Curiosamente, Ricardo Ribera, en su columna de opinión “Desde la academia”, también publicó un artículo sobre el mismo tema la semana pasada, y también en El Faro, titulado “¿Periodismo o historia?”. Cómo Luers, Ribera también responde a un artículo de Héctor Silva Jr., y ambos responden a la pretensión manifestada por Silva de que La Prensa Gráfica podría estar llenando los vacíos de la historia de la guerra con sus reportajes. No creo que nadie crea esto. Nunca es buena política que un medio de comunicación se eche flores a sí mismo. Ribera tiene palabras tan fuertes como las de Luers. Refiriéndose a la opinión de Silva escribe: “Una superficial preparación académica probablemente explica que caiga en el desatino de plantear que el periodismo sea ‘una fuente alternativa de narración histórica’. El país necesita de buen periodismo y de buena investigación histórica. Son dos cosas distintas”.

Al plantear la diferencia entre el periodismo y la investigación histórica, Ribera toca la misma preocupación que toca Luers, la ausencia de contexto, pero lo hace con un sentido filosófico y por eso se convierte en una opinión más sólida. Sin tener que probar nada, sin tener que sustentar su opinión, Ribera simplemente se preocupa por expandir los límites del diálogo, incitándonos a preocuparnos por el más amplio contexto de la guerra para entender mejor nuestro pasado: “El historiador académico, ya de entrada, va a plantear las cosas desde otra perspectiva: no se enfocará exclusivamente en la injerencia soviética, sino más bien su tema será el papel de ambas superpotencias, en el marco de guerra fría que se vivía, en el conflicto nacional. Por otra parte, no hay que pecar de ingenuos. ¿Acaso estará preparando La Prensa Gráfica una investigación periodística similar sobre el rol de Estados Unidos en la guerra civil? ¿Por qué no investigar sobre la injerencia de militares argentinos o de la inteligencia israelí? ¿Un especial sobre las actividades del terrorista cubano Posada Carriles mientras era asesor del gobierno de Duarte? ¿Qué tal sobre el apoyo de la extrema derecha guatemalteca a los futuros fundadores de ARENA? Mientras ese diario no impulse algún reportaje sobre temas como los que señalo o similares, su investigación periodística no dejará de oler a campaña electoral y a intereses políticos partidaristas. Cosa que no desdice de su calidad profesional. Ni de la inocencia de sus empleados. Pero sí de quienes les dan empleo y deciden los temas”.

A fin de cuentas, estas palabras de Ribera, que ponen el dedo sobre la llaga, son más efectivas que las de Luers. ¿Tiene razón El Faro a decir que su artículo no pasa “filtros de calidad”? Me temo que sí. Y sin embargo, me duele que una vez publicado lo hayan eliminado, por la sencilla razón de que el mal ya estaba hecho. Además, el artículo de Ribera nos decía que la preocupación de Luers es compartida por otros intelectuales. Cuando un periódico comete un error y publica algo que no debió haber publicado, porque contenía alguna falla periodística, debe hacer dos cosas. Primero, reconocer su error, tal y como lo hizo El Faro. Y segundo, abrir el debate. En lugar de eliminar la columna de Luers, un acto que creó un morbo innecesario en el ámbito periodístico, El Faro debió abrir sus páginas a la opinión de Valencia, a la de Silva y a la de todos los interesados. Los errores de la libertad de expresión sólo los puede corregir más y más libertad de expresión, porque más importante que la calidad del periodismo es la calidad de nuestra libertad para pensar y opinar; sin esta libertad, el periodismo no es nada.


Ávalos, Jorge. Calidad de periodismo y calidad de libertad, El Faro, 28 de mayo de 2007.